Como hacer que mi hijo de 2 años me obedezca: Qué hacer para que los niños obedezcan sin gritarles

Como hacer que mi hijo de 2 años me obedezca: Qué hacer para que los niños obedezcan sin gritarles

Qué hacer para que los niños obedezcan sin gritarles

Mi experiencia profesional como asesora educativa me ha enseñado que una de las dificultades más frecuentes de los padres es conseguir que los niños obedezcan sus órdenes sin tener que repetirlas mil veces: «guarda tus cosas», «pon la mesa», «haz los deberes»… A nadie le gusta tener que gritar pero a veces parece inevitable.

¿Por qué es tan complicado hacer cumplir las órdenes? Una de las razones es que a nadie le gusta que le digan lo que debe hacer, y tam­­poco a los niños. Por eso, que cumplan ciertas órdenes es un reto. Agotador, ¿verdad? Muchos de los padres que asisten a mis talleres Educar sin gritar me preguntan: «¿Cómo podemos conse­­­­guirlo sin tener que enfadarnos?».

Algunas estrategias nos pueden ayudar

La primera consiste en utilizar un tono de voz y un lenguaje corporal adecuados para que com­­prendan que el mensaje es importante. Tenemos que agacharnos hasta la altura del niño, fijar la mirada en sus ojos y hablar usando frases breves con voz serena y baja. Cuanto más tranquilo y bajo sea el tono de voz, más eficaz resultará. Tener confianza en nuestra autoridad es im­­por­­tante para hacerlo bien.

Nunca debemos dar órdenes sin estar seguros de que podremos lograr que se cumplan: nada nos desautoriza tanto como dar una orden, que no se cumpla y no poder hacer nada al respecto. Por tanto, si no tenemos claro cómo lo conse­­guiremos, mejor hablar de forma no imperativa.

Una manera, muy eficaz y de gran valor edu­­cativo, consiste en dejar elegir a los niños en­­tre hacer lo que les decimos o no hacerlo, anunciándoles saber cuáles van a ser las consecuen­­cias.

Imaginemos, por ejemplo, que nuestro hijo no quiere venir a cenar. Podemos decirle: «Puedes elegir entre venir ahora o bien más tarde, pero ten en cuenta que, si vienes más allá de las ocho, no nos va a dar tiempo a contar un cuento antes de ir a la cama». Si el niño viene más tarde, deberá asumir las consecuencias de la elección que ha hecho. No hará falta que nos enfademos en ningún momento: senci­­lla­­mente deberemos cumplir lo que hayamos anun­­­­ciado que sucedería. Es importante que estas consecuencias sean lógicas, es decir, que haya una relación entre el hecho y su consecuencia,que ayude al niño a ver el sentido de aquello que hay que hacer. La mejor forma de perca­­tarse de dicho sentido consiste en experimentar el resultado, lo cual es más efectivo y educativo que la presión y las amenazas. Hay que escoger bien las consecuencias y gestionar adecuada­­mente los berrinches que muchas veces llegan cuando a los niños no les gusta lo que sucede.

Dar instrucciones en afirmativo es otra táctica que da buenos resultados. En lugar de «no chi­­lles», por ejemplo, es mejor decir «habla más bajo».

También funciona muy bien dar mensajes de ánimo y positivos. Mejor decir «Si piensas en llevarte todo lo que necesitas, tu misión será un éxito» que «Si no te acuerdas de llevarte todo lo necesario, fracasarás».

La precisión y los mensajes claros también ayu­­dan a conseguir que los niños nos obedez­­can.

Conviene evitar la expresión «pórtate bien», pues­­to que es imprecisa (no todo el mun­­do entiende lo mismo por portarse bien). Si de­­sea­­mos que nues­­tro hijo se comporte en la farma­­cia, por ejemplo, en vez de decirle «Cuando entremos en la far­­macia, pórtate bien» vale la pena precisar más: «En la farmacia, saluda y no toques nada mien­­tras me atienden». Y si hay que recriminarle una conducta inadecuada, di­­gá­­mosle exacta­mente qué fue lo que nos pa­­reció incorrecto y animémosle a hacerlo mejor la próxima vez.

Evitar las órdenes innecesarias, celebrar lo que está bien para reforzarlo, ser comprensivos con las situaciones y ser asertivos al ordenar son otros recursos efectivos para evitar tener que repetir las cosas demasiadas veces y para lograr el objetivo de que nuestros hijos nos obedezcan. Es posible: con paciencia y con constancia.

Texto: Alba Castellví para Caracola 317, septiembre 2017. www.albacastellvi.cat

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La obediencia de los hijos entre los 2 y los 5 años

«¡Te prometo que no te había oído!», «Sí, ahora mismo voy, espera un momento», «Que sí, que sí», «Se me olvidó, lo siento. Luego lo hago». ¿Te suenan estas frases? El «no» a una orden puede adoptar distintas apariencias y disfraces pero todas ellas desembocan en un mismo resultado: la tarea mandada por hacer y los padres molestos. ¿Por qué nos desobedecen los hijos? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¿Cómo actuar ante reiteradas o sistemáticas desobediencias?

Que nuestros hijos no sigan las órdenes que les damos, es una situación frecuente y cotidiana que, en ocasiones, crea un ambiente familiar caracterizado por gritos, riñas, malas caras y sensación de frustración. Para evitar estos conflictos, es importante que los padres actuemos de forma adecuada.

El niño desobediente puede negarse a cumplir las órdenes que le damos de distintas formas:

  • No haciendo lo que le hemos indicado, como si no nos hubiera oído.
  • Diciendo «no» de manera explícita.
  • Con expresiones del tipo «ahora voy», «luego lo hago», que rara vez se cumplen
  • Expresando su desobediencia mediante rabietas o pataletas.

¿Pero, por qué es desobediente nuestro hijo?

  • Para llamar nuestra atención. En ocasiones, los padres estamos pendientes de nuestro hijo sólo cuando se comporta de manera inadecuada. Es muy posible que los niños se nieguen entonces a cumplir nuestras exigencias porque son los únicos momentos en que consiguen llamar nuestra atención, aunque sea para regañarlos o castigarlos.
  • Alrededor de los 2 años de edad, los niños suelen pasar por una época en que responden con un «no» a todo lo que se les pide. No debemos confundir esto con la desobediencia. Nuestro hijo ha comenzado a ser más independiente de nosotros y es necesario y saludable para su madurez que lo experimente. Aunque los padres debamos comprender esta actitud, no tenemos que excedernos en permisividad y trataremos de seguir inculcándole la costumbre de obedecer.

Otros factores que pueden estar motivando la desobediencia de nuestro hijo:

  • No escuchar lo que le pedimos porque está distraído en otra actividad.
  • Estar recibiendo demasiadas órdenes a la vez.
  • No comprender lo que le mandamos.
  • Estar habituado a que nosotros acabemos haciendo por él lo que le pedimos.
  • Saber que los padres repetiremos varias veces la indicación, antes de que él deba responder.

¿Qué podemos hacer para que nuestro hijo obedezca?

  • Lo primero que debemos hacer es asegurarnos que es capaz de hacer lo que le pedimos. De lo contrario, deberemos ayudarle a cumplir nuestra petición.
  • Trataremos de que siempre tenga bien claras cuáles serán las consecuencias positivas y negativas de su obediencia o de su desobediencia.
  • Debemos acostumbrarnos desde un buen principio a no repetir la orden más de una vez y nunca debemos terminar realizando nosotros nuestra propia petición.
  • Le daremos instrucciones simples,  comprensibles para él y razonables para su edad. Podemos asegurarnos que ha entendido la petición haciéndosela repetir. También es importante que sean peticiones específicas, es decir, que quede bien claro el comportamiento que debe seguir. Por ejemplo: es mejor decir «no pongas los pies en el sofá», que «pórtate bien«.
  • Le daremos un número de instrucciones racional y se las diremos de una en una. Nunca le daremos la siguiente petición hasta que no haya cumplido la primera. Hemos de tener en cuenta que los niños menores de cinco años no son capaces de comprender más de tres peticiones a la vez.
  • Podemos también ofrecerle dos opciones que llevarán a un mismo resultado y le daremos a elegir una de ellas en lugar de dar órdenes o hacer preguntas. Por ejemplo: en vez de decirle «ve a lavarte los dientes» o preguntarle «¿quieres ir a lavarte los dientes?«, podemos plantear la siguiente opción: «¿te vas a lavar los dientes solo o prefieres que te acompañe?
  • Le explicaremos a nuestro hijo las razones por las que le pedimos o le prohibimos que haga algo. Esta información deberá ser apropiada para la edad del niño. Por ejemplo: a un niño de tres años le diremos que no puede tocar un cuchillo o unas tijeras cuando esté sólo, porque puede cortarse y hacerse mucho daño.
  • Expondremos de manera positiva el resultado de una conducta adecuada para motivar a nuestro hijo a cumplir aquello que más le cuesta o para que asimile una conducta nueva. Así podrá comprobar que obedecer la orden conlleva consecuencias positivas para él y esto le animará a seguir por este camino. Por ejemplo: podemos decirle «cuando te pongas la chaqueta, podrás salir a jugar» o «cuando te hayas ido a la cama, te contaré el cuento que tú prefieras«. Es importante que nosotros cumplamos con lo pactado.
  • Utilizaremos un tono de voz agradable. Es mejor si nos ponemos a la altura de nuestro hijo (en cuclillas) y le miramos directamente a los ojos (asegurándonos que él también nos mira).
  • Si intuimos que no se dispone a cumplir la orden, le preguntaremos si necesita ayuda o le ayudaremos directamente para que, poco a poco, se acostumbre a prescindir de nosotros y sea autosuficiente. En un principio podemos echar mano de juegos y mostrarnos de muy buen humor para que no identifique la obediencia con algo negativo. Por ejemplo: jugaremos a ver quién clasifica más rápido los juguetes por colores, tamaños… y le habremos dado un toque divertido a una tarea que puede provocar cansancio o desagradar.
  • Le recompensaremos cuando haya obedecido nuestra orden o petición, y nunca antes. Cuanto más inmediata sea la recompensa más efecto tendrá. Deberemos acostumbrarle a recompensas afectivas más que materiales. Le abrazaremos, le halagaremos y le expresaremos nuestra alegría sin miedo a exagerar. Podemos recompensar a nuestro hijo dedicándole una tarde a él solo, sin necesidad de compartirnos con otros hermanos, recados u obligaciones.
    Os proponemos un juego que puede resultar muy efectivo: pongamos por caso que a nuestro hijo le cuesta recoger los juguetes de su cuarto. En la pared de su cuarto colgaremos el dibujo de una escalera con 7 peldaños (por ejemplo, los días de la semana). Cada día que cumpla con la norma exigida colocaremos una pegatina de color en cada escalón. Irá ascendiendo por la escalera y cuando haya llegado al último peldaño, le recompensaremos con un premio pactado de antemano.

¿Y qué podemos hacer si nuestro hijo no nos obedece?

  • Podemos contar hasta cinco en voz alta para que comprenda que estamos esperando a que haga lo que le hemos pedido. Si en este tiempo nuestro hijo no ha obedecido, sin alzar la voz ni discutir, le guiaremos con nuestras manos para que lo haga. Por ejemplo: si se niega a bajar los pies del sofá, se los retiraremos nosotros. Si queremos que recoja los juguetes, le ayudaremos nosotros para que aprenda y pueda hacerlo solo.
  • Cuando nuestro hijo desobedezca «descaradamente» a pesar de reiterados avisos por nuestra parte, no debemos perder el control. Podemos recurrir a la técnica conocida como pausa obligadatiempo fuera. Pero al «tiempo fuera» aplicado como oportunidad para reflexionar y retomar la calma, no como herramienta punitiva. No le reprocharemos nada ni nos pondremos a discutir con él. Le invitaremos a ir a una habitación o a un rincón especialmente reservado para calmarse. Con libros, hojas y colores, muñecos de peluche.
    Tendrá un momento para calmarse y entonces aprovecharemos para reflexionar con él. Por ejemplo: si nuestro hijo llora y patalea cada noche porque no quiere ir a su cama a dormir, llevadlo con mucha calma al «rincón de calmarme» donde pueda relajarse. No se trata de un castigo sino de una oportunidad de tranquilizarse y valorar de nuevo su decisión.
    Si sois constantes y os mantenéis con firmeza, comprenderá que es una estrategia para darse una nueva oportunidad. Los niños aprenden por ensayo-error y tardan en generalizar las consecuencias de su conducta.

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