Cuentos infantiles largos de princesas: Cuento La princesa y el gigante

Cuentos infantiles largos de princesas: Cuento La princesa y el gigante

Cuento La princesa y el gigante

La princesa y el gigante

Un caballero andaba por el mundo en busca de aventuras y un día
se encontró en su camino con cuatro animales, un león, un galgo,
un águila y una hormiga, disputándose una fiera recién muerta
que habían encontrado en mitad del campo.

Como no se ponían de acuerdo, luego que vieron llegar al
caballero le pidieron que repartiese la fiera entre ellos y que
se atendrían a su decisión, porque era la única manera de
tener la fiesta en paz. El caballero aceptó, sacó su espada,
troceó la fiera de la manera que le pareció más conveniente y
la repartió entre los cuatro y a todos les pareció bien. Al águila
le dio las tripas, al león las nalgas, al galgo las costillas y
a la hormiga el lomo. Hecho lo cual, se dispuso a seguir su
camino.

Pero, antes de que partiese, los animales hablaron con él porque,
como les había resuelto la disputa, estaban agradecidos al
caballero. Y le dijo el león:

-Aquí te doy un pelo de mi cabeza. Llévalo siempre contigo y
cuando necesites convertirte en león no tienes más que decir:
«Dios y león», y león serás.

Y cuando quieras volver a ser hombre dirás: «Dios y hombre».

Entonces el águila le dio una de sus plumas y le dijo:

-Toma esta pluma y llévala siempre contigo y cuando necesites
convertirte en águila dices: «Dios y águila», y águila serás.
Y cuando quieras volver a ser hombre dirás: «Dios y hombre».

La hormiga estuvo pensando acerca de qué le concedería y, al
final, se arrancó una de sus antenas y le dijo:

-Yo no sabía qué darte, porque todo me es necesario, pero
aunque me quede mocha, toma esta antena y cuando necesites
volverte hormiga, di: «Dios y hormiga». Y para volver a ser
hombre dirás: «Dios y hombre».

El galgo también se arrancó un pelo y le dijo, como los demás,
que cuando necesitara ser galgo, dijera:

«Dios y galgo»; y para volver a ser hombre:

«Dios y hombre».

Después de recibir todos estos regalos, el caballero se puso en
camino más contento que nada porque pensaba que con semejantes
regalos sus aventuras, cuando las tuviese, le harían famoso. Y
pensando en estas cosas, llegó a un palacio donde se decía que
vivía un gigante que guardaba a una princesa a la que había
secuestrado y a la que nadie podía ver. Pero el caballero se
acercó y vio a la princesa asomada al único balcón del palacio
y resolvió acercarse a hablar con ella. Y ella le advirtió en
seguida:

-Aléjese usted, porque si el gigante le ve se lo comerá, que es
un gigante feroz.

El caballero no tuvo miedo y se acercó aún más hasta quedar
justo al pie del balcón y le preguntó por su historia a la
princesa.

La princesa le contó que allí vivía un gigante que la tenía
encerrada para que nadie pudiera conocerla excepto él. El
caballero le dijo que estaba dispuesto a sacarla de allí si
aceptaba casarse con él y ella le dijo que sabía la manera de
vencer al gigante pero que el gigante la mataría si revelaba su
secreto.

El caballero insistió ansioso una y otra vez que le revelara el
secreto y, al ver cuánta era su disposición, la princesa le
dijo:

-Mira, yo sé que el gigante morirá solamente cuando se rompa un
huevo que tiene muy bien guardado dentro del palacio. Y cuando él
muera yo seré libre. Pero no sé dónde guarda el huevo y, además,
el gigante es brujo.

En esto, se oyeron chirriar las puertas del palacio sobre sus
goznes y vieron que el gigante salía y se dirigía hacia ellos.

Y el caballero dijo:

-Dios y hormiga -y se convirtió en hormiga, de modo que el
gigante no le pudo ver.

La hormiga trepó por la torre, se metió en el cuarto de la
princesa y esperó a que todos se acostasen en el palacio. Y
cuando sucedió esto, se volvió hombre y despertó a la princesa,
que se quedó muy admirada de verlo en su habitación. Y así
estuvieron el caballero y la princesa pensando, durante tres días
con sus noches, en la manera de encontrar el huevo. Y a los tres
días, volvió el gigante, que había ido a atender unos asuntos,
con un puercoespín en cuyo interior había guardado el huevo. Y
nada más entrar en el palacio, el gigante dijo:

-Huelo a carne humana -por el caballero; y echó al puercoespín
a que lo buscara. Y el caballero, cuando vio venir al puercoespín,
dijo:

-Dios y león.

Y se convirtió en león y pelearon el león y el puercoespín,
que estaba lleno de temibles púas, pero, cuando el león ya le
iba venciendo, el puercoespín se convirtió en liebre y escapó
a todo correr. Entonces el caballero se volvió hombre y dijo
esta vez:

-Dios y galgo.

Salió el galgo corriendo tras la liebre y después de una
agotadora carrera la liebre, viendo que el galgo estaba a punto
de alcanzarla, se volvió paloma y salió volando. El caballero,
que la vio echar a volar, se volvió hombre y dijo:

-Dios y águila.

Salió como águila tras la paloma y la atrapó al vuelo; y volvió
a tierra, se convirtió otra vez en hombre, abrió la paloma con
su cuchillo y allí encontró el huevo que buscaba.

El gigante, que como era brujo sentía la suerte del puercoespín
en su propia entraña, había empezado a desfallecer y se dirigió
a buscar a la princesa para hacerle un mal de encantamiento, pero
entonces llegó el caballero portando el huevo que contenía la
vida del gigante

en su mano diestra y acercándose valientemente a él lo estrelló
en su cabeza y el huevo se rompió y el gigante murió. Y cuando
moría, se volvió a la princesa y le dijo:

-Yo, que te amaba, te conté mi secreto. Y ahora tú lo has
contado y me has matado.

Entonces el caballero tomó a la princesa en sus brazos y la sacó
del palacio como le había prometido y ella cumplió también la
promesa que le había dado y se casó con él.

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Cuento La princesa presumida

La princesa presumida

Había una vez una princesa muy hermosa que se pasaba todo el
dia lamentandose de ser muy fea.

– ¡¡ Ayyyy que fea soy, que desdicha !!

Todo el que la escuchaba le respondía de inmediato

– ¡Oh no princesa!¡¡ eres muy bella !!

Era una princesa sumamente vanidosa y era lo que ella pretendía,
oir continuamente de labios de todo el que la rodeaba que era
hermosa, ese era el motivo de que se lamentara a todas horas para
que todos exclamaran lo bonita que era.

Un día, su hermana pequeña, harta de escucharla todo el dia
quejandose de su inexistente fealdad, se dirigío a uno de los pajes reales y le dió una orden. Este ensillo su caballo y
tomando las riendas de su magnífico animal, tomó rumbo al
poblado.

¿ Que fue lo que la joven princesa ordenó al paje ? te preguntarás,y pronto lo sabrás.

El día de la fiesta anual del pueblo, todo estaba previsto para
festejar, con ricos asados de cerdo acompañado con pan recien hecho y ricas verduras de la huerta, que la
gente comería todos reunidos en mesas dispuestas en la plaza
mayor del lugar, terminando con alegres bailes populares. Antes, debía pasar el cortejo real, costumbre
de la familia real de visitar a sus ciudadanos para de este modo
conmemorar y felicitar tan feliz y esperado dia, mientras
saludaban al gentío desde su carroza. El Rey y la Reina acudirían
en cortejo como cada año junto a sus dos hijas ataviados son sus
mejores y más hermosas vestimentas.

La comitiva real partió en su carruaje tirado por espectaculares
caballos blancos y la princesa, sabiendo lo hermosa que lucía
especialmente ese día, iba toda orgullosa levantando el mentón.

Al llegar al pueblo y comenzar a pasar por donde la gente se
agolpaba para verlos, la princesa comenzó a decir desde su
carroza.

– Buen dia y festejo tengáis querido pueblo a pesar de tener que soportar en estos momentos
mi presencia y mi fealdad que os debe estar haciendo daño a la
vista.

De repente todo el mundo comenzó a decír

– Oh princesa, sin duda tenéis razón con vuestra indiscutible sabiduría y carecéis
de toda gracia, pero no todo el mundo puede ser hermoso y la
belleza es algo que se lleva en el interior

Todo el mundo exclamaba cosas similares que dejaron estupefacta a
la princesa , la cual estaba con una cara de espanto que era
digna de ver, mientras su hermana, muy linda tambien por cierto, la miraba
sin decir nada.

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