Muchos padres saben que su propio pulso -o frecuencia cardíaca- debe situarse entre 60 y 100 latidos por minuto. Sin embargo, es posible que te sorprendas al descubrir que tus hijos generalmente tendrán una frecuencia cardíaca aún más alta. Y se trata de algo absolutamente normal, que no indica en absoluto la existencia de algún tipo de problema o condición.
Dependiendo de la edad, los niños pueden tener un pulso de entre 43 y 180 latidos por minuto. Y, en el caso de los bebés, pueden incluso contar con latidos cardíacos más elevados, aunque es cierto que la frecuencia disminuye a medida que el niño va creciendo.
Saber por tanto qué se considera como un pulso y una frecuencia cardíaca normal, y cómo controlar el pulso de tu hijo, puede ayudarte enormemente a la hora de evitar preocupaciones innecesarias sobre el ritmo cardíaco del pequeño. Y podría, además, ayudarte a identificar un pulso lento o rápido cuando el niño está enfermo conociendo cuándo es necesario buscar atención médica.
La frecuencia cardíaca es la cantidad de veces que el corazón late por minuto. Las actividades diarias pueden cambiar lo rápido o lento que fluctúa la frecuencia. Así, podemos tener un ritmo lento y constante mientras dormimos o nos encontramos relajados, y tener una frecuencia mucho mayor cuando practicamos ejercicio físico.
La frecuencia cardíaca de un niño puede variar enormemente a lo largo de todo el día. Y, dependiendo de la edad del niño, así como de la propia composición biológica del pequeño en particular, existe una variación ciertamente amplia en lo que podríamos considerar como una frecuencia cardíaca normal.
Cuando tu hijo está sentado, y tranquilo, la frecuencia cardíaca registrada en esos momentos es considerada como una frecuencia cardíaca en estado de reposo. Esta frecuencia puede variar según la edad, pero se considera saludable y adecuada cuando se sitúa entre los rangos que te indicamos a continuación:
Incluso si el pulso se siente muy rápido, es probable que el pulso del pequeño permanezca dentro de estos rangos considerados como saludables. Por tanto, comprender las variaciones en las frecuencias cardíacas, así como verificar adecuadamente cuál es la frecuencia cardíaca de tu hijo, puede ayudarte a la hora de realizar un correcto seguimiento, y evitar, sobre todo, preocupaciones y dudas innecesarias.
Como ocurre con los adultos, la frecuencia cardíaca de un niño varía según su nivel de actividad, lo que depende de si el pequeño está dormido o despierto, tranquilo o estresado, o si incluso se encuentra sano o enfermo.
De ahí que, como opinan muchos pediatras, en realidad la frecuencia cardíaca del niño no está relacionada directamente con la presencia de un problema cardíaco. Especialmente porque la frecuencia cardíaca puede aumentar con cualquier cosa que los excite o los incomode, y sucede como respuesta natural ante algo que les pueda estar causando estrés.
Por ejemplo, un niño puede tener una frecuencia cardíaca más elevada y rápida si:
El ejercicio puede elevar la frecuencia cardíaca del niño
Si tu hijo experimenta cualquiera de las situaciones anteriores, y tiene una frecuencia cardíaca rápida o muy elevada, generalmente no se trata de motivo de preocupación. Aunque como te hemos explicado en otras ocasiones, no es tan recomendable que los niños, sean pequeños o mayores, beban cafeína (ya que puede causar algunos problemas).
Además, durante la práctica de ejercicio físico es normal que el corazón se acelere mucho más, ya que el corazón del pequeño suele latir naturalmente más rápido, en comparación con el corazón de un adulto.
Medir el pulso de tu hijo es realmente fácil, y existen varias zonas del cuerpo donde puedes controlar su pulso, incluyendo la muñeca, el cuello o el codo. Aunque es cierto que para la mayoría de los padres la muñeca es el lugar más sencillo, además de convertirse en el más accesible.
Para verificar el ritmo cardíaco del pequeño coloca dos dedos en su muñeca, exactamente debajo del pulgar. Aplica una presión suave, hasta que puedas sentir un ligero latido en la punta de tus dedos. Cuenta cuántos latidos sientes en 15 segundos, y luego multiplica esta cantidad por 4, para determinar la frecuencia cardíaca, ya que se mide en latidos por minuto.
Cómo medir el ritmo cardíaco del niño
Por ejemplo, si sientes 18 latidos en 15 segundos significa que la frecuencia cardíaca del pequeño es de 72 latidos por minutos, lo que se considera una frecuencia totalmente normal.
No obstante, puede ser posible que te cueste encontrar con cierta facilidad el pulso cardíaco en los bebés o en niños más pequeños. Esto es debido a que sus vasos sanguíneos suelen ser más pequeños.
Aunque una frecuencia cardíaca demasiado rápida no es un problema cuando ésta se registra en situaciones que requieren algún tipo de actividad física del pequeño, o cuando se encuentra ansioso o estresado (mientras que un ritmo cardíaco más lento es normal cuando duerme o está en reposo), si surgen algunos síntomas o condiciones en determinados momentos del día sí puede ser una señal de que existe algún tipo de problema:
Especialmente si el pequeño siente dolor en el pecho, o dificultad para respirar, y estos síntomas aparecen a la misma vez que tiene una frecuencia cardíaca rápida es posible que sea necesario recibir atención médica.
La frecuencia cardíaca en niños y bebés es normalmente más rápida que en los adultos, sin que se considere un problema. Generalmente, la frecuencia cardíaca de los niños tiende a disminuir durante el sueño o reposo y aumentar en caso de llanto, dolor o si está jugando, por ejemplo.
Sin embargo, alteraciones en la frecuencia cardíaca también pueden ser causadas por enfermedades como asma, anemia o gastroenteritis, pero generalmente se acompañan de síntomas como fiebre, vómitos, diarrea o falta de aire. Además, síntomas como somnolencia, desmayos o dificultad para respirar también pueden estar presentes e indicar enfermedades más graves, como arritmias o meningitis.
Es importante consultar a un pediatra en caso de que las alteraciones en la frecuencia cardíacas produzcan otros síntomas. Además, se recomienda acudir al servicio de urgencias en caso de que haya alguna alteración en los latidos, junto con la somnolencia o falta de aire.
La siguiente tabla indica las variaciones normales de la frecuencia cardíaca desde recién nacido hasta los 18 años de edad:
Edad | Frecuencia cardíaca |
---|---|
0-3 meses | 123-164 lpm |
3-6 meses | 120-159 lpm |
6-9 meses | 114-152 lpm |
9-12 meses | 109-145 lpm |
12-18 meses | 103-140 lpm |
18-24 meses | 98-135 lpm |
2-3 años | 92-128 lpm |
3-4 años | 86-123 lpm |
4-6 años | 81-117 lpm |
6-8 años | 74-111 lpm |
8-12 años | 67-103 lpm |
12-15 años | 62-96 lpm |
15-18 años | 58-92 lpm |
*lpm: latidos por minuto |
Para evaluar la frecuencia cardíaca correctamente es importante que el bebé o el niño esté en reposo durante al menos 5 minutos y después utilizar un medidor de frecuencia cardíaca en la muñeca o en el dedo, por ejemplo. Conozca más detalles sobre cómo medir los latidos cardíacos.
La frecuencia cardíaca en niños puede aumentar o disminuir en diferentes situaciones, como durante el sueño en caso de fiebre.
Se considera frecuencia cardíaca elevada (taquicardia) cuando los latidos están por encima del límite normal para la edad del niño. Por ello, las situaciones más comunes que causan su aumento son fiebre y llanto, pero existen situaciones más graves, como falta de oxígeno, deshidratación, en caso de dolor, anemia y arritmias. Vea más causas que aumentan la frecuencia cardíaca.
Los latidos cardíacos se consideran disminuidos (bradicardia) cuando la frecuencia cardíaca está debajo del límite normal para la edad del niño. Generalmente, la disminución ocurre en situaciones como dormir o en reposo, sin embargo, también puede causada por arritmias, hipotiroidismo, falta de aire grave o elevación de la presión intracraneana. Vea más causas de disminución de los latidos cardíacos.
Algunas medidas pueden ayudar a normalizar la frecuencia cardíaca de niños, como:
Sin embargo, cuando las alteraciones de la frecuencia cardíaca se acompañan de síntomas es importante consultar a un pediatra lo antes posible para que se identifique la causa y pueda iniciarse el tratamiento más apropiado.
Además, en caso de que haya síntomas como desmayos, palidez, cansancio, disminución de la orina o alteraciones en la piel, como apariencia azulada o parecida al mármol, es importante acudir al servicio de urgencias para una evaluación.