Te explicamos qué son las estrellas, los tipos que existen y sus características. Además, estrellas fugaces y lluvia de estrellas.
Las estrellas se ven diminutas pero en realidad son grandes esferas de plasma.
Cuando hablamos de las estrellas, nos referimos desde luego a esos puntitos brillantes que se observan en el firmamento cuando cae la noche. En realidad son grandes esferas luminosas compuestas de plasma. A pesar de hallarse en continua combustión, conservan su propia forma gracias a la enorme fuerza de gravedad que generan.
La estrella que mejor conocemos es el Sol, a la cual debemos la luz natural. Sin embargo, existen en el universo observable miles de millones de estrellas, aparentemente dispersas pero formando a su vez galaxias, orbitando un gran centro común de gravedad.
A pesar de que todas emiten distintos tipos de luz y de calor, apenas un pequeño porcentaje pueden ser captadas por el ojo humano, incluso con la ayuda de un telescopio. Alrededor de muchas de ellas también giran, como ocurre en nuestro Sistema solar, astros opacos como planetas, meteoritos o cometas, enganchados en su enorme gravedad.
La humanidad ha observado las estrellas desde tiempos muy remotos, y ha querido ver en ellas formas, mensajes ocultos o evidencias de sus dioses. Tanto así que las estrellas en el firmamento se han nombrado según la formación de figuras mitológicas llamadas constelaciones.
Desde la antigüedad han servido para la elaboración de los primeros calendarios, así como para la cartografía y la navegación. En tiempos mucho más cercanos, la observación astronómica ha comprendido mucho más sobre ellas, clasificándolas y aprendiendo sobre sus destinos, su constitución y sus diversas formas de emitir energía.
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Existen criterios muy distintos para clasificar las estrellas del universo, atendiendo a algunas de sus características puntuales, como son:
Las estrellas se forman a partir de nubes moleculares de alta densidad.
Las estrellas se originan en nubes moleculares, o sea, regiones de alta densidad del espacio que contienen principalmente hidrógeno, helio y otros elementos. Debido a las fuerzas de gravedad o al choque con otras nubes parecidas, se producen en su interior regiones más aún densas, que dan inicio a reacciones nucleares de fusión atómica.
A medida que empieza a crecer en masa y en densidad, se produce temperatura y luz. La magnitud de dichas explosiones es enorme, pero la estrella se mantiene unida debido a la brutal atracción gravitatoria que ejerce sobre sí misma.
Químicamente, las estrellas están formadas por hidrógeno (71%) y helio (27%), con un pequeño porcentaje (2%) de elementos más pesados, desde el hierro y el nitrógeno, hasta el cromo y las tierras raras, todos los cuales son fruto de la fusión continua en su interior.
Es decir que están compuestas los elementos más simples del universo. De hecho, la fusión de las estrellas es el origen de todos los átomos de la materia, por lo que podemos comprender las estrellas como grandes hornos espaciales de materia.
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Algunas de las estrellas más comunes del firmamento son:
Al contrario de lo que su nombre indica, las estrellas fugaces no son propiamente estrellas. Se trata más bien de residuos y objetos astronómicos de poco tamaño que, al ingresar a la atmósfera terrestre, son víctima de la fricción y se encienden, despidiendo luz y generando un fenómeno visible desde la superficie.
Las estrellas fugaces son, realmente, meteoritos o meteoros, sólo que de un pequeñísimo tamaño (entre un milímetro y varios centímetros), por lo que no suelen llegar al suelo, sino que se desvanecen y desintegran a medida que caen.
En una lluvia de estrellas en realidad vemos fragmentos de la coma de un cometa.
En una lluvia de estrellas no caen realmente estrellas del cielo. Por el contrario, este fenómeno se debe a que nuestro planeta ha ingresado momentáneamente en la órbita de un cometa, recibiendo parte de los gases y fragmentos que se desprenden de su coma a lo largo de miles de kilómetros de largo.
Estas lluvias de material, que bien son asimilables a las lluvias de meteoros, cuando son muy abundantes, penetran la atmósfera en donde la fricción las enciende y generan luz a su paso. Dado que esto suele ocurrir con cierta frecuencia (según el período de los cometas), las lluvias de estrellas pueden recibir nombres específicos, como es el caso de las Leónidas o las Perseidas.
Sigue con: Campo gravitatorio
Te explicamos qué son las estrellas, cómo se originan y de qué están compuestas. Además, cuáles son sus características, tipos y rotación.
Se estima que en el universo observable existen decenas de billones de estrellas.
Llamamos estrellas a un tipo de astro celeste muy numeroso en el Universo observable. Consiste en una esfera luminosa de plasma que conserva su propia forma debido a la fuerza de gravedad que ella misma genera.
La estrella más conocida es el Sol, a la cual debemos la luz de todos los días.
La humanidad observó las estrellas desde sus inicios tempranos, y quiso ver en ellas mensajes ocultos o señales de sus dioses. De hecho, su organización en el firmamento sirvió para la confección de los primeros calendarios e incluso para la cartografía y navegación.
Desde los antiguos chinos, los griegos helénicos y los astrónomos islámicos medievales, todos supieron que en el registro y la medición de estos lejanos puntitos brillantes radicaba la posibilidad de saber mucho más acerca de cómo está hecho nuestro universo.
Se estima que en el universo observable existen decenas de billones de estrellas, de las que apenas un pequeño porcentaje son captadas por el ojo humano a simple vista.
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Una estrella joven se reconoce al emitir un chorro de gas sobre su eje de rotación.
Las estrellas se forman a partir de nubes moleculares: regiones poco densas del espacio que consisten principalmente en hidrógeno, helio y otros elementos más pesados.
Sobre estas nubes diferentes fuerzas son ejercidas, como la gravedad de sus propios elementos o el choque con otras nubes.
El efecto de esas fuerzas provoca el surgimiento de regiones más densas en su interior, y las hacen colapsar bajo su propia gravedad.
Al colapsar se forma un «Glóbulo de Bok»: una nebulosa oscura de gas, que de continuar densificándose da inicio a la generación de temperatura, formando así un núcleo de protoestrella. Así surgen las estrellas jóvenes, que pueden reconocerse al emitir un chorro de gas sobre su eje de rotación.
Finalmente, cuando alcanzan ciertas condiciones de estabilidad, pasan a su llamada secuencia principal, que consiste en la prolongada fusión de hidrógeno en helio en su interior. Ya entonces pueden ser consideradas estrellas.
Las estrellas están formadas en su mayor parte por los elementos más simples del universo: hidrógeno (71%) y helio (27%), con un pequeño porcentaje (2%) de elementos más pesados.
Esos elementos pueden variar enormemente, desde el hierro y el nitrógeno, hasta el cromo y las tierras raras, en los casos más peculiares.
En el caso de las estrellas con atmósferas exteriores menos calientes, pueden apreciarse moléculas biatómicas y poliatómicas.
En su secuencia principal, la estrella joven fusiona hidrógeno y acumula helio.
Las estrellas tienen un ciclo de vida sumamente prolongado, que toma miles de millones de años cumplir. Este ciclo podemos explicarlo de la siguiente forma:
Existen diversos criterios para clasificar las estrellas. Por ejemplo:
Las galaxias están formadas por millones de estrellas acumuladas.
Las estrellas suelen acumularse en el espacio en galaxias, junto con gas estelar y el polvo, así como los planetas que se formen a su alrededor.
Se forman sistemas estelares atraídos unos a otros gravitacionalmente, mediante la interacción de dos, tres o más estrellas. Si se trata de un número muy superior de las mismas, hablaremos de un clúster estelar, con cientos de miles de estrellas.
Por otro lado, las estrellas aisladas, como nuestro Sol, viajan en solitario (excepto por sus sistemas planetarios respectivos), orbitando el centro de alguna galaxia en donde algún objeto masivo ejerce el rol de centro gravitacional.
La masa de las estrellas es muy variable, pudiendo ser más o menos del tamaño de nuestro sol, o superarlo con creces, como hace la estrella más masiva conocida: Eta Carinae de la constelación de la Quilla, con 100-150 veces el tamaño de nuestro Sol.
La estrella más antigua es HD 140283 con unos 13.800 millones de años.
La mayoría de las estrellas oscilan entre los mil millones y los 11 millones de años de antigüedad. La más antigua descubierta hasta el momento, HD 140283 o Methuselah (“Matusalén”), posee una edad cercana a la que se estima para el universo: unos 13.800 millones de años.
Debe considerarse que mientras mayor es el tamaño de una estrella, menor es su vida útil, pues consumen su hidrógeno mucho más velozmente.
Aunque desde la superficie de la Tierra, dada su lejanía, las estrellas parecen todas ser puntos redondos brillantes, las estrellas pueden tener diámetros muy distintos e incluso muy superiores al de nuestro Astro Rey.
El Sol está lo suficientemente cerca como para que observemos su forma de disco, cuyo diámetro es de 1,391016 millones de kilómetros.
El Sol es enorme comparado con la Tierra, de 12.742 km, pero ínfimo en comparación con Betelgeuse, la estrella supergigante de la constelación de Orión, cuyo diámetro es 1070 veces mayor al Sol.
Nuestro Sol da una vuelta sobre su eje cada 25-35 días terrestres.
Las estrellas giran en torno a su eje, a una velocidad variable dependiendo de su edad y de la influencia de otros centros cercanos de gravedad.
Las estrellas más jóvenes pueden rotar a una velocidad de 100 kilómetros por segundo o más en su región ecuatorial, mientras que nuestro Sol da una vuelta sobre su eje cada 25-35 días terrestres.
Este fenómeno es muy importante en el caso de las estrellas “pulsar”, que emiten ondas de radio a un intervalo constante, marcado por la velocidad de rotación de la estrella.
La observación de las estrellas ha servido para la navegación.
Desde épocas ancestrales, el ser humano ha observado las estrellas con una mezcla de fascinación y misterio. En el campo interminable de sus luces brillantes ha querido ver figuras, señales y mensajes provenientes de sus dioses, o claves respecto del futuro.
De allí que se inventara el zodiaco, la rueda celestial en que doce constelaciones representan figuras clave del imaginario grecorromano, cuya configuración al momento del nacimiento configurarían la personalidad y el destino de la gente.
La observación de las estrellas fue clave en el desarrollo de muchas ciencias y técnicas, como la navegación marítima, la medición terrestre o, en las edades modernas, la física astronómica.