Con cierta frecuencia vienen padres a la consulta, a veces incluso de urgencia, asustados porque han notado a su bebé o a su hijo/a un bulto en alguna región del cuerpo. Y, si bien solemos relacionar los bultos con gravedad, los ganglios suelen estar presentes en niños sanos. A continuación explicamos qué son, cuáles son normales y en qué casos debemos preocuparnos.
Los ganglios forman parte de nuestro sistema inmunológico y son elementos de defensa frente a infecciones. En el cuerpo humano hay unos 600 ganglios y en ellos se concentran gran cantidad de células con papel defensivo: linfocitos, macrófagos, células dendríticas…
Los ganglios también se encargan de filtrar la linfa. La linfa es un líquido transparente compuesto por diferentes sustancias (glóbulos blancos, proteínas, grasas…) que se transporta desde los tejidos hasta la sangre a través de los vasos linfáticos. En los ganglios linfáticos se filtra la linfa y se eliminan sustancias extrañas como bacterias.
En determinadas situaciones, los ganglios se inflaman y aumentan de tamaño; hablamos entonces de adenopatías. Lo más frecuente es que suceda por infecciones.
Muchas veces se inflaman los ganglios más próximos; por ejemplo, en unas anginas aumentarán de tamaño los ganglios del cuello. En las conjuntivitis puede palparse, en ocasiones, un ganglio delante de la oreja.
Hay otras situaciones en las que el aumento de los ganglios es generalizado, por ejemplo en la mononucleosis (o enfermedad del beso).
De manera mucho menos habitual, las adenopatías pueden deberse a otra gran cantidad de procesos: por fármacos, enfermedades autoinmunes, neoplasias, enfermedades endocrinas…
Tener ganglios palpables es tremendamente frecuente en los primeros años de vida. Los niños tienen más ganglios y de mayor tamaño. Además, sufren muchas infecciones a lo largo de la infancia.
Podemos palpar ganglios en más del 30% de los recién nacidos y en más del 50% de los lactantes. Y hasta el 80-90% de los niños entre 4 y 8 años tienen ganglios palpables en el cuello.
Las localizaciones más frecuentes en niños sanos son el cuello y las ingles. En los lactantes podemos palpar pequeños ganglios occipitales y retroauriculares (detrás de las orejas), pero estos son menos frecuentes en niños mayores.
Estos ganglios “normales” suelen ser de pequeño tamaño, blanditos y que se mueven con facilidad.
Ya hemos visto que los ganglios en el cuello y en las ingles son habituales; por el contrario, los ganglios supraclaviculares (justo por encima de la clavícula) o en el hueco poplíteo (el hueco que se encuentra detrás de la rodilla, entre el muslo y la pierna) no son normales y suponen un signo de alarma.
Tampoco son normales los ganglios muy duros o que cuesta mucho movilizarlos (están como pegados), así como aquellos que aumentan rápidamente de tamaño.
Ya hemos visto que la mayoría de niños tiene ganglios en el cuello; suelen ser menores de 1cm de diámetro (menores de 0.5 en los lactantes). Se mueven con facilidad, no le duelen y son blanditos.
Con infecciones víricas leves (por ejemplo, un catarro), es habitual que se inflamen; suelen tocarse ganglios aumentados en los dos lados del cuello. Pueden permanecer inflamados mucho tiempo después de haberse curado la infección.
Si, por el contrario, sólo vemos un ganglio en un lado del cuello, es de gran tamaño y le duele al tocarlo, conviene que consultemos al pediatra pues puede tratarse de una infección bacteriana que requiera tratamiento.
Además, conviene consultar al pediatra siempre que:
En Bebés y más | Los mejores remedios caseros para niños malitos que funcionan, y los que no (según una pediatra)
3 comentarios
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Armando
@armando_bastida
Estamos peinando a nuestro hijo o nuestra hija, o haciéndole un poco de masaje o caricias en la cabeza, y de repente nos damos cuenta de que detrás, por encima de la nuca y detrás de las orejas, tiene unos bultitos. Puede ser uno a cada lado o puede ser sólo en uno de los lados, pero aparecen las dudas, no sabemos si los tenía antes y no sabemos tampoco si pasa algo porque los tenga.
Pues bien, si no es que se trata de alguna protuberancia ósea, que también podría ser (un saliente en el hueso), lo más probable es que sean ganglios linfáticos, unas estructuras que tenemos en nuestro cuerpo cuya misión es actuar de defensa ante posibles infecciones.
Los ganglios están por todo el cuerpo. Tenemos cerca de 500 y están situados en lugares estratégicos para actuar de zona defensiva. Los hay en las axilas, en el cuello, en la cabeza, en las ingles,… y según dónde estén se encargan de defender la zona circundante.
Me he centrado en los de la cabeza porque, aunque suele ser más habitual que se inflamen los del cuello (los que se palpan por debajo de los laterales de la mandíbula), los que más notamos los padres, normalmente de casualidad, son los de la cabeza, por detrás, y solemos preguntar por ellos.
Los ganglios son pequeños, tienen forma redonda y no se notan a menos que estén luchando contra alguna infección. Ahora pensaréis eso de “pues a mi niño se lo noté y no tenía ninguna enfermedad”, a lo que respondo que es totalmente normal por dos razones: no todas las infecciones llegan a manifestarse abiertamente (a veces están luchando contra virus y no nos damos cuenta) y los niños cuando no tienen una cosa, tienen otra. O sea, que en los niños es habitual notarle los ganglios un poco inflamaditos a menudo, porque casi siempre están luchando contra algo.
Normalmente no, pero puede suceder que un virus o germen sea más fuerte que las defensas y que, no siendo capaz de superarlo, se produzca la infección del ganglio. Esto hace que el ganglio aumente de tamaño, duela al palparlo y que el niño pueda tener incluso fiebre (que puede darse también por la misma infección circundante contra la que el ganglio trata de luchar).