Amor de una madre a un hijo: El amor de una madre hacia un hijo…

Amor de una madre a un hijo: El amor de una madre hacia un hijo…

Te quiero también cuando te regaño

Las epístolas o misivas son un medio de comunicación que, por desgracia, cada vez cae más en el olvido. Ahora se llevan las nuevas tecnologías, los chats y los foros, pero a una servidora le parece que este método que tanto nos permite expresarnos sigue siendo maravilloso para contarle a los abuelos, primos o amigos cómo estamos o qué hemos hecho. También es un excelente recurso para comunicarnos con nuestros hijos, hacerles pensar o lograr que entiendan el por qué de un tema.

Hoy comparto contigo la emotiva carta de una madre a su hijo para que sepa que le quiere y le ama siempre incondicionalmente y en todo momento: en los instantes de felicidad y también en aquellas ocasiones, que seguro no son pocas, en las que le regaña.

Te proponemos un modelo de carta para tu hijo para que entienda que le quieres por mucho, aunque él no lo piense cuando le ‘echas la charla’, le explicas las cosas una y otra vez, le regañas o te conviertes en una madre ‘pesada’ para que sea la mejor persona que puede llegar a ser y se eduque en los mismos valores en los que tú te educaste.

No dudes en adaptarla para tu retoño. Ten por seguro que con misivas como esta, todo aquello que pretendas transmitirle no caerá en saco roto, ¡todo lo contrario! Le llegará tanto al corazón que, además de conservar siempre la carta, la entenderá, la aprenderá y la pondrá en práctica en su día a día. 

Querido hijo,

Esta carta es para ti, tómatela como un regalo personal que te hace mamá con mucho amor, porque ese es el mensaje que quiero mandarte: mamá te quiere, mucho, más que a nada en el mundo. Ya sé que lo sabes, ¿cómo no ibas a saberlo? ¡Si te lo digo a diario! Sin embargo, sé que muchas veces se te olvida ese amor incondicional, que no lo tienes en cuenta y que pasa a un segundo plano.

¿Recuerdas el otro día? Te enfadaste tanto conmigo porque no te compré el juguete que me pedías y que ya tenían varios de tus amigos, y estuviste toda la tarde sin hablarme. ¡Me llegaste a decir que era la peor madre el mundo! ¿Sabes qué? En ningún momento se me pasó por la cabeza que era cierto o que habías dejado de quererme. ¡Sabía que solo era un momento de enfado!

Lo que pretendo decirte con esto es que mamá te quiere. Te quiero cuando te doy el beso de buenos días, cuando te leo el cuento de buenas noches, cuando te doy la mano de camino al cole, cuando te hago verduras para cenar o te preparo los espaguetis como más te gustan. Te quiero cuando te llevo al parque y cuando vemos un película juntos. Te quiero también cuando te regaño porque no has sido responsable con tus cosas o has dicho una palabrota. Mi amor por ti no disminuye por mucho que te diga una y otra vez que las cosas se hacen así y no de este otro modo. Recuerda que te quiero siempre, también cuando llega el final del día, estoy cansada y te hablo una de forma menos amable.

Hijo, tu madre, tu padre, tus hermanos, tus tíos, abuelos y primos te queremos de igual modo que tú nos quieres a nosotros. Por eso oirás de nuestra boca y, sobre todo de la mía, palabras como ‘perdón’, ‘sigue así’, ‘comete tus propios errores’, ‘¿quieres un abrazo?’ o ‘lo estás haciendo genial’.

Habla conmigo siempre que quieras, dime cómo te sientes, si eres feliz, si puedo hacer algo para que las cosas vayan mejor. Sé que habrá momentos en lo que todo sea alegría y otros en los que parezca que todo se viene abajo, pero si recuerdas que estoy ahí para ti y si confías en ti, tendrás la sensación de que todo irá bien. 

Con amor infinito, mamá.

¡Qué bonita carta! ¡Me emociono cada vez que la leo! Y es que por mucho que trate expresar mis sentimientos a mis hijos para que ellos hagan lo mismo, sé que no siempre es sencillo decirlos en voz alta, por eso cartas como esta pueden ser de gran ayuda. Pero… ¿sabías que hay otras muchas formas de dar y demostrar amor a los hijos? ¡Con y sin palabras!

Te sabes de memoria el nombre de sus amigos de clase y de sus personajes de dibujos animados.

Le motivas siempre y en todo momento para que de mayor sea lo que quiere ser o para que pueda montar la figura de lego que le trae de cabeza.

Le dices que estudiar es bueno y que para nada tiene por qué ser aburrido. Ahí estás tú con tus manualidades y actividades lúdicas para recordárselo.

Le pones una tirita en la rodilla cuando se ha caído de la bici y le coges de la mano sin decir nada cuando sabes que ha tenido un mal día.

Le cuentas cuentos por la noche. Da igual la hora que sea, lo cansada que estés o lo que tengas que madrugar al día siguiente.

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Estableces reglas, como que a la hora de la comida no se ve la televisión o se juega con el móvil; pero te las saltas de vez en cuando para sorprenderle y hacerle sonreír.

Pasas de madre a maestra. Estás ahí para hacer el lapbook del trimestre, ayudarle con la tarea de mates de mañana o enseñarle a hacer esquemas y mapas conceptuales.

Te olvidas de tu móvil para estar con él, para mirarle a los ojos, escucharle y dedicarle momentos de calidad en familia.  

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Oxitocina, la hormona del amor de madre

La llaman la hormona del amor y es la responsable de que el vínculo que una madre siente por su hijo sea el lazo afectivo más poderoso. En el día de la madre, indagamos en la química que se esconde detrás del cariño.

“En una relación madre-bebé con un sistema de oxitocina activo, uno puede observar, sentir, casi oler, el amor que emana de uno a otro en constante retroalimentación, generando un ambiente capaz de contagiar a quienes les rodean. Amar genera oxitocina y ella nos da la capacidad de sentir el amor”, describe Alicia Domínguez Diéguez, psicóloga perinatal.

Un bebé duerme a hombros de su madre

Westend61 / Getty

Tan fuerte es su efecto que está grabado en el ADN de todas las féminas. La maternidad en cualquiera de sus formas desarrolla procesos que desencadenan la producción de esta sustancia. “Muchas no se inician como un proceso biológico, pero en cualquier caso, todas ellas estarán en retroalimentación con esta hormona. Amar produce amor”, añade.

La pócima del amor

“La oxitocina es la expresión bioquímica de la experiencia de amor, unión y confianza”, describe Alicia. Ligada al bienestar, el sistema endocrino genera esta sustancia en las interacciones de afecto positivo.

“Está presente en todos los actos de amor; cuando tenemos un orgasmo, cuando compartimos comida, cuando abrazamos, cuando mantenemos contacto, cuando nos sentimos tranquilos, cuando nos miramos profundamente a los ojos, cuando sentimos que formamos parte de algo…”, cuenta la experta.

Aunque sus cotas más altas se alcanzan con el embarazo y la lactancia.Tras un parto fisiológico, -que se desarrolla a su propio ritmo, sin intervenciones químicas-alcanzamos los mayores niveles de oxitocina que pueden lograrse en la vida.

Una madre después de dar a luz a su bebé

Moment RM

La función de este pico de oxitocina es que madre y bebé se reconozcan mutuamente y se enamoren profundamente el uno del otro; un mecanismo evolutivo para garantizar el cuidado de las crías”, argumenta.

Esta hormona despierta el instinto maternal no solo en humanos. Un estudio realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad Nueva York demostró que la secreción de oxitocina era una pieza fundamental para que las ratonas reconociesen el llanto de sus crías.

Se trata de un mecanismo que empodera a la mujer y la convierte en una heroína con un objetivo”

Pero los roedores no son los únicos mamíferos para los que esta sustancia refuerza la conexión familiar. La Dra. Kelly Robinson, investigadora de la Unidad de Mamíferos Marinos de la Universidad de St Andrews, descubrió que los niveles de oxitocina en las focas se incrementan al estar cerca de sus crías. Además, Robinson apunta en su trabajo que la concentración de la hormona determina por qué unas madres cuidan mejor a sus bebés que otras.

Este comportamiento se traduce también en los humanos. “El bebé estimula la oxitocina de la madre, y el efecto de esto le garantiza cuidados, calor y alimento. Asimismo, el funcionamiento adecuado de este elemento favorece el éxito de la lactancia materna; estimula la producción de prolactina, actúa como vasodilatador y activa la eyección de la leche”, declara Alicia.

Un abrazo de una madre y su hija

Getty

Hormona todopoderosa

Alícia Domínguez
Psicóloga perinatal

Más allá del encender el amor materno filial, este concentrado despierta también el coraje y la fuerza. “En los niveles en los que se presenta en el embarazo, parto y posparto, tiene un prodigioso efecto: elimina de la amígdala los efectos bioquímicos de la parálisis ante el miedo; la indefensión aprendida, que es el miedo condicionado culturalmente, del que aprendemos a no escapar o enfrentar”, asegura la psicóloga.

Se trata de un mecanismo que empodera a la mujer y la convierte en una heroína con un objetivo: asegurar el bienestar de su vástago. De ahí que incluso pueda dar pie a comportamientos agresivos como respuesta protectora. “La madre fiera es la recuperación de nuestra condición mamífera, la maternidad instintiva, más allá de los condicionamientos socioculturales”, indica Domínguez.

Una madre anciana abraza a su hija

Thomas Tolstrup / Getty

Herencia materna

De entre las múltiples capacidades heredadas de las madres hay una que destaca sobre las demás: nos han enseñado a querer.

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