En realidad, la mayoría de las mujeres están muy familiarizadas con este dolor. Los cólicos durante el embarazo temprano son muy similares a los cólicos menstruales normales. El dolor suele ubicarse en la parte inferior del abdomen y apenas dura unos minutos.
Es relativamente común tener cólicos abdominales durante el embarazo temprano, así que no te precipites, de momento, a llamar al 112. Si sientes cólicos en el abdomen durante el primer trimestre del embarazo, puede que ni sean motivo de alarma. Estos cólicos son una parte normal de los cambios físicos del cuerpo mientras se prepara para el bebé.
Las futuras mamás podrán tener cólicos además de sangrado ligero cuando el embrión se implanta en la pared del útero. Esto se conoce como cólicos y sangrado de implantación, y son muy comunes. Además, mientras el embarazo avanza, la madre podrá sentir cólicos mientras su vientre cambia y se estira para acomodar al bebé.
En los siguientes apartados, hablaremos de las causas de los cólicos durante el embarazo y cuándo has de llamar al médico.
Al estar embarazada y de repente tener cólicos en el abdomen, cualquier mujer puede sentir algo de miedo. No obstante, es importante no entrar en pánico si tienes un dolor o contracción leve en tu abdomen. En la mayoría de los casos, el dolor abdominal durante el embarazo temprano se debe a los cambios normales del cuerpo, tales como:
En otros casos, los siguientes problemas relacionados con el embarazo pueden causar cólicos durante el inicio del embarazo:
Los dolores abdominales durante el embarazo temprano pueden causar muchos nervios, en particular si es tu primer embarazo y aún no estás familiarizada con la sensación de llevar un bebé en tu barriga. Mientras que tener cólicos durante el embarazo temprano suele ser una parte normal del mismo, sigue siendo una buena idea que estés atenta a tus dolores durante el embarazo.
Si algo te parece fuera de lo ordinario, contacta con tu matrona o médico de cabecera inmediatamente. No obstante, si conoces las señales y los síntomas de los cólicos del embarazo temprano (primer trimestre), podrás saber si hay, o no, motivo para preocuparse.
Aquí tienes algunas de las señales y los síntomas más comunes que puedes sentir durante el embarazo temprano:
Evidentemente, tener cólicos dolorosos durante el inicio del embarazo es algo muy inconveniente e incómodo. Una mujer embarazada tiene tanto que afrontar en cuanto a cambios físicos y emocionales que añadir cólicos a esa lista larga es algo abrumador. Por tanto, es importante tratar los cólicos del embarazo para asegurarse de que la madre se siente lo más cómoda y lo menos estresada posible.
Si tienes cólicos, aquí hay algunos consejos para aliviarlos cuanto antes:
Aunque nos alivie saber que los cólicos durante el inicio del embarazo pueden ser normales y no suelen ser una amenaza para la vida, también es importante ver a un médico si los cólicos son fuera de lo común para comprobar que no tienes ninguna enfermedad infecciosa. Aquí tienes algunas malestares y síntomas que debes conocer para saber cuándo has de ver a un médico:
El embarazo por sí solo produce cambios en la anatomía y fisiología de la mujer, que suponen una adaptación continua para permitir el adecuado desarrollo del feto, preparación al parto y la lactancia.
Por todo esto, la práctica de ejercicio físico afectará de manera distinta a la gestante y se debe adecuar a estos cambios.
Durante el embarazo se producen dos importantes hechos:
• Aumento de los requerimientos debido al continuo desarrollo del feto
• El desplazamiento de determinadas estructuras por el aumento de tamaño del útero.
El gasto cardiaco de la mujer embarazada aumenta entre un 30% y un 40% desde el inicio al final de la gestación debido al incremento de la frecuencia cardiaca de 70 latidos/minuto a 85 latidos/minuto (al final del embarazo). También se produce se produce un 45% de aumento del volumen sanguíneo materno que permite un adecuado flujo en útero y placenta.
Estas modificaciones cardiovasculares no suponen ningun riesgo para la mujer embarazada sana. Durante la práctica del ejercicio físico se produce una redistribución sanguínea en el organismo de la gestante hacia los músculos en movimiento, pulmones y corazón, lo que supone una disminución del 25% en el flujo sanguíneo de la zona útero-placentaria. Para evitar posibles riesgos derivados de esta redistribución sanguínea existen mecanismos materno-fetales que lo compensan y permiten asegurar el bienestar fetal durante la práctica de ejercicio moderado.
Según avanza el embarazo se produce un incremento en la necesidad de volumen respiratorio y de cantidad de oxígeno.
El crecimiento del útero provoca que el diafragma se eleve y que la respiración se realice con los músculos del tórax sin la ayuda de los músculos abdominales, provocando una sensación de mayor dificultad al respirar junto a un aumento en la frecuencia respiratoria.
Debido a este aumento en la necesidad de oxigeno y al mayor esfuerzo para respirar debido al crecimiento uterino se produce una menor disponibilidad de oxigeno para la práctica de ejercicio aeróbico durante el embarazo.
En el embarazo se producen muchos cambios en la actividad y los niveles hormonales. Se produce un incremento en los niveles de estrógenos, progesterona y otras hormonas, así como cambios en el metabolismo de los carbohidratos.
Estos cambios son necesarios para cubrir los requerimientos metabólicos de la madre y del crecimiento del feto, cuya principal fuente de alimento es la glucosa que se halla presente en la sangre materna.
Si la realización del ejercicio físico no supera la intensidad recomendada, es decir, una intensidad moderada, no hay razón para que existan riesgos o problemas para cubrir los requerimientos energéticos del feto.
Durante la gestación, la mujer experimenta numerosos cambios destinados a adaptar su organismo al embarazo. Se produce un aumento en el volumen y peso de los pechos, un aumento del volumen uterino, la parte baja de la espalda se curva y el centro de gravedad se desplaza, aumenta el peso corporal, las articulaciones ganan elasticidad y existe un menor retorno venoso en las piernas debido al aumento de tamaño del útero.
Por todos estos cambios es necesario, a la hora de la práctica de una actividad física, tener en cuenta:
• Evitar aquellos ejercicios que requieran la realización de movimientos bruscos y que puedan aumentar el riesgo de lesión.
• Evitar ejercicios que fuercen las articulaciones
• Es recomendable practicar deportes denominados de bajo impacto, como la natación, la marcha o pilates.
• En las mujeres deportistas, con partos prematuros o riesgo de parto prematuro es recomendable una reducción de la actividad física en el segundo o tercer trimestre.
En el embarazo y el ejercicio físico se produce un aumento de la temperatura corporal materna.
La mujer embarazada posee un sistema de regulación de la temperatura mucho más eficiente que la mujer no gestante. Este sistema es un sistema de protección frente las elevaciones de temperatura que puedan ser perjudiciales para el feto. Algunos estudios indican que elevar la temperatura materna en 1,5ºC o más de manera continuada puede suponer un grave riesgo para el desarrollo embrionario y fetal, especialmente si ocurre durante el primer trimestre.
Es importante que la mujer gestante no realice una actividad deportiva que produzca un sobrecalentamiento corporal y siempre mantener un adecuado estado de hidratación y una buena reposición de líquidos durante y después del ejercicio físico.