Los niños imitan lo que ven: ¿Por qué los niños imitan lo que ven?

Los niños imitan lo que ven: ¿Por qué los niños imitan lo que ven?

¿Por qué los niños imitan lo que ven?

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Los niños comienzan a imitar todo lo que ven pocos minutos después de nacer. Pero ¿por qué los niños imitan lo que ven? Aquí te lo explicamos.

Escrito y verificado por la psicóloga Marián Carrero Puerto.

Última actualización: 28 marzo, 2020

Los niños tienen la gran capacidad de imitar cuanto observan. Pocas horas después del nacimiento, comienzan a imitar a los adultos que están a su alrededor. Si, por ejemplo, la madre le saca la lengua, el recién nacido lo imita con notable éxito realizando la misma conducta que ha observado. Pero ¿por qué los niños imitan todo lo que ven? ¿A qué se debe ese tipo de comportamiento?

Gracias a la imitación, los niños obtienen la capacidad de ejercitar sus propias posibilidades de expresión y, si vamos más allá, podemos apreciar cómo empiezan a captarse como agentes. Podríamos decir que el lactante comienza a vivenciar la coincidencia de lo percibido con su conducta, de acuerdo con la teoría de la copia compartida o simulación incorporada (Meltzoff, 2007; Meltzoff & Moore, 1977).

Cuando los bebés tienen entre 12 y 21 días de edad, pueden imitar gestos faciales y manuales. Tal imitación implica que los recién nacidos pueden equiparar sus propios comportamientos invisibles con gestos que ven que otros realizan. A continuación, mostraremos una investigación en la que veremos cuándo los niños comienza a imitar lo que ven.

“No te preocupes porque los niños no te escuchen, preocúpate porque siempre están mirando”.

– Robert Fulghum –

Los recién nacidos imitan los gestos faciales de los adultos

En un estudio llevado acabo por Meltzoff AN. y Moore MK., se evaluó la capacidad de los recién nacidos de edades comprendidas entre 0.7 y 71 horas para imitar 2 gestos faciales adultos: apertura de boca y protrusión de lengua (sacar la lengua). Los recién nacidos estaban situados en una habitación con baja iluminación y utilizaron equipos de vídeo sensibles al infrarrojo.

Los registros grabados en vídeo fueron calificados por un observador que no estaba informado sobre el gesto que se mostraba a los bebés. Se contaron tanto la frecuencia como la duración de las aberturas de la boca neonatal y las protuberancias de la lengua. Los resultados mostraron que los recién nacidos pueden imitar ambas exhibiciones de adultos.

Este estudio sugiere que, probablemente, se deba a 3 posibles mecanismos subyacentes a este comportamiento imitativo temprano: el aprendizaje instrumental o asociativo, los mecanismos de liberación innata y el emparejamiento intermodal activo, es decir, la habilidad para reconocer estímulos inicialmente codificados en una modalidad sensorial a través de otra modalidad diferente (por ejemplo, de tocarlos solo sin verlos a verlos únicamente sin tocarlos).

“La imitación es la forma más sincera de la adulación”.

– Charles Caleb Colton –

Los niños imitan lo que ven, ¿a qué se deben este tipo de comportamientos?

Los niños imitan lo que ven y esto se debe a las neuronas espejo, cuyo descubridor fue Giacomo Rizzolatti. Las neuronas espejo son un tipo particular de neuronas que poseemos los seres humanos y que se activan cuando una persona realiza una acción, pero también cuando esa persona observa una acción similar realizada por otra persona. Las neuronas espejo forman parte de un sistema de redes neuronales que posibilita la percepción ejecución-intención-emoción.

Cuando nos paramos a observar a otra persona, el simple movimiento de su mano, del pie o o de la boca activa las mismas regiones específicas de la corteza motora, como si el observador estuviera realizando esos mismos movimientos. Pero el proceso va más allá de que el movimiento, al ser observado, genere un movimiento similar latente en el observador.

El sistema integra en sus circuitos neuronales la atribución/percepción de las intenciones de los otros, como explica la teoría de la mente.

La comprensión y acción interpersonal se basa en que captamos las intenciones y motivos de los comportamientos de los demás. Para lograrlo, los circuitos neuronales simulan subliminalmente las acciones que observamos, lo que nos permite identificarnos con otras personas.

De este modo, actor y observador se encuentran en estados neuronales muy semejantes, como si estuvieran realizando las mismas acciones, captando las intenciones o sintiendo las mismas emociones.

Somos seres sociales, y nuestra supervivencia depende de entender las intenciones y emociones que traducen las conductas manifiestas de los demás. Las neuronas espejo hacen posible que entendamos la mente de nuestros semejantes y no a través del razonamiento conceptual, sino, directamente, sintiendo y sin tener que pensar.

Los sistemas de neuronas espejo posibilitan el aprendizaje de gestos por imitación: sonreír, caminar, hablar, bailar, jugar al fútbol, etc., pero también sentir que nos caemos cuando vemos por el suelo a otra persona, la pena que sentimos cuando alguien llora, la alegría compartida, entre otras.

“Sé coherente con lo que dices y haces, y recuerda que el niño incorporará tus comportamientos, más que tus palabras, a su vida. Si quieres que sea respetuoso y amable, muéstrale esa actitud regularmente”.

– Elsa Punset –

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en lo bueno y en lo malo

Nuestros hijos pequeños copian y repiten frases, gestos, juegos y conductas sin parar, es su manera de aprender; absorben e imitan todo lo que ven y oyen, cualquiera puede convertirse en su modelo a seguir y, por ello, a muchos padres les preocupa que sus hijos tengan un ejemplo y modelo adecuado en cualquier ambiente donde su hijo se mueva o en sus relaciones sociales.

Cuidar la relación que nuestros hijos tienen con otros niños es muy importante. En el ámbito familiar, hay muchas familias formadas por varios hermanos donde se les exige más a los mayores porque ellos serán el modelo que los pequeños van a imitar y porque han recorrido algunos pasos más en su relación con los padres y con los amigos. Los más pequeños que, como es natural, quieren ser mayores, imitan con más frecuencia los comportamientos de su hermano o niño mayor que ejerce sobre él un influjo irresistible.

Pero aunque el ámbito familiar y las recomendaciones de los padres a sus hijos son decisivas, hay ambientes difíciles de controlar por nosotros y que pueden echar a perder nuestro trabajo en la educación de nuestro hijo. Leí el otro día un comentario de una madre que había tenido que ir a vivir a la casa materna con su pequeña y en ella vivía también su sobrina más mayor, cuya rebeldía y enojo para con su madre era constante. Su pequeña, que hasta ahora era una niña dócil y obediente, por influencia de su prima mayor, imitaba sus conductas rebeldes y adoptaba frases desafiantes ante su madre, lo cual entristecía enormemente a su madre, que veía como su pequeña niña estaba hechizada hacia el mal comportamiento de su prima mayor.

Desgraciadamente, hay situaciones que se nos pueden escapar de las manos porque nosotras no podemos educar a los hijos de los demás ni podemos controlar todo, pero lo que sí podemos hacer con nuestro hijo, aunque aún sea pequeño, es hacerle nuestro cómplice, comentarle los problemas o dificultades que pueden mover a esos niños más mayores a un comportamiento indeseable e intentar convencerles de que esa manera de actuar puede tener consecuencias nefastas para ese niño y que le hará infeliz, no sólo a su madre, sino a él mismo.

Aunque es difícil, en ningún caso debemos tirar la toalla, ni resignarnos a perder aquello que creemos mejor para modelar a nuestros hijos. Debemos no descansar en aconsejarles y en ofrecerles una educación adecuada en el trato con nosotros y con los demás. ¿Por qué no invitarles a reflexionar sobre el dicho: ‘No hagas a los demás lo que no quieres para ti?’.  Yo, a mi pequeño, siempre le pregunto ¿a ti te gusta que te peguen, o que te insulten? Él me contesta con un rotundo ‘no’ y, entonces, le digo: ‘Pues, si quieres tener amigos, tú tampoco debes hacerlo a los demás, cada uno recoge lo que siembra’.

Los niños entienden las cosas mucho más de lo que creemos, sus padres somos su principal modelo de conducta y es aconsejable que exista una buena comunicación entre nosotros para que puedan percatarse de nuestro amor y dedicación hacia a ellos y para que confíen siempre en nosotros y en la educación que les ofrecemos por encima de otros modelos que están a su alcance.

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